Por Ángela Ortega. Enfermera y Directora del Máster de Compasión de la Universidad de Huelva.
A mí me encanta la Navidad. Es una época de descanso, de encuentro y, quizás, de profunda celebración de lo nuevo que comienza. Sea cual sea tu creencia, la Navidad es un tiempo para hacer balances, reflexionar sobre lo vivido, seguir tradiciones que nos traen recuerdos tiernos y amables, y revivir la inocencia y la experiencia de sentirse amado.
Por eso, cuando era más joven, me daba mucho coraje escuchar a las personas mayores decir: "Este año estoy deseando que pase la Navidad", o "Si pudiera, me iría lejos estos días". No comprendía cómo era posible no desear vivir la Navidad, fuese como fuese.
Hoy ya soy más mayor y aunque todavía no he sentido la necesidad de decir estas frases,
entiendo que la Navidad tiene, en determinadas circunstancias, una cara no tan festiva. Esta
aparece cuando la reflexión nos lleva al sinsentido, cuando el balance sale en negativo, cuando los encuentros no son posibles, y cuando las tradiciones saben más a pérdida que a dulzura, dejando un regusto amargo de dolor.
Este año, se me ha ido una amiga muy querida. Una amiga a la que tuve el privilegio de cuidar, junto con su familia, hasta el final. Se ha marchado, pero ha dejado huella en mi vida, con su manera fraternal de entregarse y con ella, también su hermana, sus hijas y sus sobrinas, que se han convertido en un poco de mi propia familia. Cuando pienso en esta Navidad, me duele que no esté. Y me duele también pensar en ese regusto que tendrán estos días para ellos, para su familia, que también es un poco la mía.
Si algo de esto te está pasando a ti este año… Si en tus Navidades hay una silla vacía que te
lleva a desear que estos días pasen rápido porque no sabes si vas a poder contener las lágrimas, quiero ofrecerte algunas pautas que pueden ayudarte a afrontar estos momentos difíciles, inspiradas en el trabajo de la doctora Alba Payás en su libro "El mensaje de las lágrimas":
No te obligues a estar bien si no lo estás. Permítete sentir, llorar y extrañar. La tristeza
es una forma de honrar lo que amas y has perdido.
Busca rituales significativos: Enciende una vela por quien falta, escribe una carta para
expresar lo que llevas dentro, o comparte un recuerdo especial con alguien de confianza. Estos gestos pueden dar espacio al recuerdo en un marco de amor y calma.
Agradece lo vivido con el/ella: A veces, enfocar la atención en los momentos felices
compartidos puede ayudarte a encontrar consuelo y gratitud por lo que esa persona
aportó a tu vida.
Rodéate de apoyo: Recuerda que el duelo compartido pesa menos. Y si puedes, no
impongas el silencio en los encuentros de estos días. No importa si al final alguien llora.
O si alguien ríe recordando una anécdota graciosa. Los seres humanos podemos sostener ambos sentimientos casi al mismo tiempo.
Sé compasivo contigo mismo: Si estos días no puedes cumplir con todas las
expectativas sociales o familiares, date permiso para vivir las fiestas de la manera que
necesites. No hay una forma correcta de pasar la Navidad.
Quizás este año haya una silla vacía en tu mesa y en la mía. Sólo quiero decirte que estamos
juntos/as en esto. La experiencia humana de perder a un ser querido nos puede ayudar a
comprender a los que están como nosotros/as y a despertar un sentido básico de cuidado y de sentirnos más unidos/as como Comunidad. Al fin y al cabo eso es la Navidad, no?
Comments